Choose your own adventure

En este artículo se conmemora la muerte de R.A. Montgomery, un escritor de Vermont reconocido por crear unos libros infantiles a finales de los 70s, llamados “Choose your own adventure”, y donde el lector podía escoger que acciones tomar, lo que afectaba la narrativa de la historia y hasta el final de la misma.

Por lo mismo, se le atribuye ser uno de los primeros escritores que juega con la no-linealidad en la literaura (algo que hoy en plena era digital es trivial).

Me pregunto si alguna vez leyó Rayuela (Julio Cortazar, 1963), donde esa misma idea fue aplicada como 20 años antes…

R.A. Montgomery, co-author and publisher of the long-running children’s book series “Choose Your Own Adventure,” which allowed generations of kids to choose from dozens of possible story endings, recently died at his home in Vermont. He was 78, and the cause of death was not disclosed.

“Choose Your Own Adventure” books were an important cultural predecessor to online games and internet narratives that allowed users to play a role in determining the outcome of their own experience.

As the computer age unfolded, Montgomery’s interests expanded to new technology, according to an obituary published on the “Choose Your Own Adventure” website

http://bit.ly/1vH2rte

Choose your own adventure

Rayuela: 50 años

La obra maestra de Julio Cortazar cumplió 50 años y lo celebran con una re-edición conmemorativa de Alfaguara, con mucho material nuevo del propio autor en torno al primer libro no-lineal. Comparto esta nota de La Jornada con algunos extractos -o debería ser “sustractos”-…

Releer Rayuela es una actividad común, una costumbre de cronopios, ante la mirada inquieta de los famas y los esperanzas. Releamos Rayuela, en su medio siglo.

Con autorización de Alfaguara, ofrecemos a los lectores de La Jornada algunos fragmentos de la memoria: el apéndice que acompaña esta edición conmemorativa, donde Cortázar mismo cuenta la historia del libro que buscó el más allá de todas las fronteras.

Pablo Espinosa

Usted cree que yo puedo quizá llegar a ser un novelista. Me falta, como me dice, un peu de souffle pour aller jusqu’au bout. Pero aquí, Jean, intervienen otras razones, y éstas estrictamente intelectuales y estéticas. La verdad, la triste o hermosa verdad, es que cada vez me gustan menos las novelas, el arte novelesco tal como se lo practica en estos tiempos. Lo que estoy escribiendo ahora será (si lo termino alguna vez) algo así como una antinovela, la tentativa de romper los moldes en que se petrifica ese género. Yo creo que la novelapsicológica ha llegado a su término, y que si hemos de seguir escribiendo cosas que valgan la pena, hay que arrancar en otra dirección. El surrealismo marcó en su momento algunos caminos, pero se quedó en la fase pintoresca. Es cierto que no podemos ya prescindir de la psicología, de los personajes explorados minuciosamente; pero la técnica de los Michel Butor y las Nathalie Sarraute me aburren profundamente. Se quedan en la psicología exterior, aunque crean ir muy al fondo. El fondo de un hombre es el uso que haga de su libertad. Por ahí se va a la acción y a la visión, al héroe y al místico. No quiero decir que la novela deba proponerse esta clase de personajes, porque los únicos héroes y místicos interesantes son los vivientes, no los inventados por un novelista. Lo que creo es que la realidad cotidiana en que creemos vivir es apenas el borde de una fabulosa realidad reconquistable, y que la novela, como la poesía, el amor y la acción, deben proponerse penetrar en esa realidad. Ahora bien, y esto es lo importante: para quebrar esa cáscara de costumbres y vida cotidiana, los instrumentos literarios usuales ya no sirven. Piense en el lenguaje que tuvo que usar un Rimbaud para abrirse paso en su aventura espiritual. Piense en ciertos versos de Les Chimères de Nerval. Piense en algunos capítulos deUlysses. ¿Cómo escribir una novela cuando primero habría que des-escribirse, des-aprenderse, partir àneuf, desde cero, en una condición pre-adamita, por decirlo así? Mi problema, hoy en día, es un problema de escritura, porque las herramientas con las que he escrito mis cuentos ya no me sirven para esto que quisiera hacer antes de morirme. Y por eso –es justo que usted lo sepa desde ahora–, muchos lectores que aprecian mis cuentos habrán de llevarse una amarga desilusión si alguna vez termino y publico esto en que estoy metido. Un cuento es una estructura, pero ahora tengo que desestructurarme para ver de alcanzar, no sé cómo, otra estructura más real y verdadera; un cuento es un sistema cerrado y perfecto, la serpiente mordiéndose la cola; y yo quiero acabar con los sistemas y las relojerías para ver de bajar al laboratorio central y participar, si tengo fuerzas, en la raíz que prescinde de órdenes y sistemas. En suma, Jean, que renunció a un mundo estético para tratar de entrar en un mundo poético. ¿Me hago ilusiones, terminaré escribiendo un libro o varios libros que serán siempre míos, es decir con mi tono, mi estilo, mis invenciones? A lo mejor sí. Pero habré jugado lealmente, y lo que salga será así porque no puedo hacer otra cosa. Si hoy siguiera escribiendo cuentos fantásticos me sentiría un perfecto estafador; modestia aparte, ya me resulta demasiado fácil, je tiens le système, como decía Rimbaud. Por eso El perseguidores diferente, y usted habrá pensado en él al leer estas líneas tan confusas. Ahí ya andaba yo buscando la otra puerta. Pero todo es tan oscuro, y yo tan poco capaz de romper con tanto hábito, tanta comodidad mental y física, tanto mate a las cuatro y cine a las nueve… Para subir a la Santa María y poner proa al misterio hay que empezar por tirar la yerba a la basura. Y con este mal anacronismo cierro este capítulo que sin embargo estoy contento de haber escrito para usted, como una confidencia y un anuncio…

http://bit.ly/11CMzYi

Rayuela: 50 años