El diablo en la post-modernidad

diablo
(O sobre cómo el enemigo de mi enemigo se volvió mi mejor amigo)

Me encontré por ahí este textito que explica como ha evolucionado la noción que tenemos del diablo, desde sus primeras menciones en el cristianismo, allá por el siglo XII, con el curioso antecedente de Mesopotamia y del Yazidismo Persa (una especie de culto iraquí de 4,000 años a un “angel caído” en forma de pavo)… hasta llegar a nuestros tiempos, donde la figura subsiste míticamente, como ícono del mal y la perdición, la personificación de la rebeldía y la liberación, símbolo de negación del status-quo y de la sociedad misma, personaje -uno de los monstruos favoritos– del romanticismo, emblema de camisetas, de posters y libros, de bandas de rock y objeto de consumo en muchas otras actividades, ideas e imaginarios de la post-modernidad.

Complemento el tema además con estas referencias de cómo se le ha llamado a través del tiempo, y sobre todo, como se le ha visualizado antes durante y después del cristianismo (que es donde más variantes se le han creado) desde sus primeros retratos, pasando por todas sus representaciones más famosas, que son por lo menos más de 8 diferentes: humanoide, serpentino (Génesis 3:14), angelino, como dragón u otras bestias míticas (Apocalipsis 12:9), de color rojo, negro, totalmente caprino o de forma humana mezclado con atributos animales, como alas de murciélago (según Dante), cola de león (1 Pedro 5:8), pezuñas como las de los faunos, tridente como el de Neptuno, o con cuernos de toro, cabra o carnero, como los del dios griego “Pan”.Espero que con esto entiendan que lo que realmente ha cambiado con el tiempo no solo es nuestra noción de lo que es el diablo. Sino (más importante aún) de lo que es la maldad, ese mito disfrazado de condición humana que tanto ha permeado el pensar y el actuar de nuestra especie desde que tenemos conciencia, pero que difícilmente podemos definir, o explicar al 100%.

(apenas en el ultimo siglo se han empezado a hacer algunos hallazgos científicos importantes)

Y aquí es donde esto aún tiene toda la vigencia del mundo, sobre todo en estos tiempos, donde ya no se puede creer demasiado en Dios, ni en la religión ni en la moral… pero aun así, todos los últimos límites y criterios que parece que nos quedan para ser, para actuar, para entender, para hacer lo que queramos con nuestra especie -y de paso con todas las demás- y para sobrevivir en este mundo que parece que se acaba cada vez más rápido… esos límites ya no son un problema de conocimiento, ni de comunicación, ni de de técnica, sino únicamente de índole ético.

Desde mi punto de vista, casi todos lo problemas de la filosofía, bien que mal ya están entendidos y por eso, en cierto modo, resueltos, menos el tema de la maldad.
(bueno y queda también otro, del que no hablaré aquí)

La humanidad poco a poco nos vamos dando cuenta de todos los “paraísos” prometidos que no van a llegar jamás. Y no solo me refiero al paraíso “post-mortem” del cielo católico, sino también al de todos los otros grandes movimientos en la historia. Me refiero también al paraíso prometido de los grandes imperios, al del humanismo, al del renacimiento, el de las revoluciones ideológicas, científicas, sociales, industriales, digitales… y finalmente al de la misma modernidad.
Nos han prometido no solo uno, sino cientos de dioses y paraísos que nunca han llegado…
¿Será por eso que el diablo es cada vez más popular ahora y la maldad más recurrente?
Piensen en eso, ¿si?

Pórtense bien , )

(imagen: Ilustración francesa de un diablo flanqueado por demonios, 1400, Bodleian Libraries, University of OxfordMS. Douce 134)

(imagen: Ilustración francesa de un diablo flanqueado por demonios, 1400, Bodleian Libraries, University of OxfordMS. Douce 134)

El diablo y su posicionamiento en la postmodernidad: una reflexión desde la teoría social.

La figura de Dios y del diablo han estado ligadas, en una relación de antagonismo, durante gran parte de la historia del cristianismo. En el Medioevo el diablo fue responsable de la ejecución de un considerable número de personas, por la comprobada o supuesta vinculación que tenían con él, y con el advenimiento de la modernidad su presencia perdió importancia o fue considerada como un elemento de superstición y ligada al pasado, al unísono que la religión oficial. Producto de esta tendencia, acontece una “secularización” del diablo durante la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX (luego de un gran interés y atracción por el romanticismo) y su figura se asocia a un demonio temible de una época pretérita. En este contexto es necesario preguntarse qué sucedió luego de esta “secularización”. ¿Volvió a tener una presencia similar al de épocas pasadas o simplemente se transformó en un mito antiguo ligado al cristianismo?; ¿aconteció un proceso de des-secularización, similar al de la religión, evidenciado un renovado interés en él o las tendencias racionalistas acabaron por destruirlo? Si fuese posible afirmar que el diablo sucumbió debido al racionalismo moderno; ¿cómo, entonces, se confronta con el renovado interés religioso contemporáneo?; ¿qué lugar tiene el demonio en la sociedad contemporánea? El presente artículo pretende analizar la presencia del diablo contemporáneamente, desde la perspectiva de la teoría social, y también se cuestiona por la significación del mal; esto último, porque aquel ha sido históricamente una divinidad asociada al mal (muchas veces como culpable o como “chivo expiatorio”).

La concepción sobre el diablo ha cambiado históricamente; algunos remontan su culto -el satanismo- a la Antigua Persia, mientras que otros afirman que es sólo a partir del siglo XII de la era cristiana, cuando comienza a tomar forma “concreta” la figura del maligno; con anterioridad a esta centuria se hallaba en un estatus un tanto difuso, ya que “los padres de la Iglesia y los teólogos lo habían definido de manera muy intelectual como un príncipe, un arcángel caído”, con lo que muchos quedaban ajenos a su comprensión. Esta actitud se reflejaba en que antes del arte románico y de la influencia de las ciudades, Lucifer no tenía la presencia o importancia necesarias para influir en toda la sociedad y “su representación concreta casi no se registró, lo que explica sin duda por qué el arte de las catacumbas lo ignoró totalmente”.

Es alrededor del año mil cuando el diablo accede a una mayor atención, ante la inminencia del milenio y a la batalla con el ejército del Bien, pero su imagen carece de convicción y vigor hasta ese entonces, se le representa con características de diversos animales y las personas pueden incluso burlarlo, chantajearlo o no obedecer los pactos contraídos con él (por intercesiones de la virgen).

Es en el transcurso de la Edad Media y con la aparición de los Teufelsbücher alemanes, los “libros del diablo” escritos por pastores luteranos para la educación de los fieles, y la caza de brujas reactivada a partir de la década de 1560, cuando el diablo adquiere paulatinamente un vigor que alcanzará su cenit en los siglos XVI y XVII cuando Europa concedió una ingente atención al demonio. Posteriormente la Revolución Francesa y los románticos sentirán atracción por el diablo; los revolucionarios conceptualizaron su figura como una resistencia contra la tiranía del Antiguo Régimen (al ser el antagonista del cristianismo que ellos asociaban al antiguo orden represivo) y los románticos como un espíritu rebelde que se opone a la opresión (del cristianismo) y por lo tanto digno de alabanza. Además la búsqueda de emociones, de lo onírico, lo sobrenatural y lo fantástico del romanticismo encontró en el diablo una buena fuente de inspiración. Numerosas obras de este período, y posteriores, remiten directamente a él; son ejemplo de esto las dos más grandes expresiones de la novela gótica, El Monje de Matthew Gregory Lewis y Melmoth, el Errabundo de Charles Robert Maturin, u otras narraciones fantásticas como Los Elixires del diablo de E.T.A Hoffmann o el cuento El Ojo sin Párpado de Philarète Chasles, que otorga una minuciosa descripción infernal de un lugar donde se practica la magia negra. Si anteriormente el demonio fue objeto de una literatura de instrucción y/o adoctrinamiento, desde el romanticismo se ha transformado en una importante fuente de ficción que en el siglo XX se expande a otras expresiones artísticas.

Por otra parte, en el siglo XIX y los inicios del siglo XX, combinada con la mengua de autoridad del cristianismo tradicional y el ascenso gradual del positivismo, esta confusión contribuyó a minar la fe en el diablo en todos los niveles de la sociedad». El secularismo y el materialismo estaban reemplazando al cristianismo como la cosmovisión de la sociedad occidental y se transformaban en las nuevas visiones de mundo; con el declive de los componentes del cristianismo y del diablo, se modificaba la visión medieval, de una iglesia omnisciente y omnipresente, por una secularización como la visión y la praxis de una época que relegaba la religión a un lugar secundario. La nueva cosmovisión se desligaba de la religión por considerarla un elemento anacrónico y el nuevo mito de la época decía que esta era plenamente secularizada e independiente de lo religioso.

En este contexto moderno y secularizado, las estructuras de plausibilidad -los elementos que otorgan sentido a lo que las personas consideran creíble y que también proveen del necesario contexto para considerarlos válidos- se debilitan, porque en las sociedades industriales el sustento otorgado para las creencias disminuye y la religión demuestra esto porque ya no juega el papel de unificar creencias y actuar de visión compartida; en la modernidad conviven de manera acentuada cosmovisiones diversas en una misma sociedad. La religión se debilita, porque la consciencia colectiva se debilita, en palabras de Durkheim, y emergen multiplicidad de opciones -siendo el diablo y el satanismo una más…

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